Un consejero de la República de Florencia, el 31 de julio de 1431, pronunció las siguientes palabras: “Dios es República y quien gobierna la República gobierna a Dios. Del mismo modo, Dios es justicia y quien efectúa la justicia construye a Dios”. Este célebre fragmento, utilizado como epígrafe en el capítulo dos del libro de Richard C. Trexler, Public Life in Renaissance Florence y, posteriormente, analizado por Paolo Prodi en su importante texto Una storia della giustizia, sintetiza de modo magistral las intersecciones entre el poder temporal y el poder espiritual en los tiempos del Antiguo Régimen. Podemos intuir que el consejero dialogaba apócrifamente con el monje cisterciense Bernardo de Claraval, que expresaba que la Iglesia se acercaba al poder temporal porque poseía la capacidad de juzgar y, sobre todo, de castigar las acciones del hombre. La Iglesia Católica –antes, durante y después de la reforma protestante– siempre fue parte del poder temporal y de las relaciones políticas internacionales, vinculándose con las nuevas configuraciones estatales que emergían en torno a su centro político. Las Iglesias en el Antiguo Régimen, al estar cercanas al poder temporal, inexorablemente ingresaron a la dimensión política, como evidenció el consejero florentino en 1431 y, luego otro toscano, Nicolás Maquiavelo, lo profundizó en sus Discursos y El príncipe. Y esa dimensión –hasta el día de hoy– nunca ha sido abandonada por la religión y la Iglesia.

Espacios en tránsito. Normatividades e intersticios legales

Gaune, Rafael;
2017

Abstract

Un consejero de la República de Florencia, el 31 de julio de 1431, pronunció las siguientes palabras: “Dios es República y quien gobierna la República gobierna a Dios. Del mismo modo, Dios es justicia y quien efectúa la justicia construye a Dios”. Este célebre fragmento, utilizado como epígrafe en el capítulo dos del libro de Richard C. Trexler, Public Life in Renaissance Florence y, posteriormente, analizado por Paolo Prodi en su importante texto Una storia della giustizia, sintetiza de modo magistral las intersecciones entre el poder temporal y el poder espiritual en los tiempos del Antiguo Régimen. Podemos intuir que el consejero dialogaba apócrifamente con el monje cisterciense Bernardo de Claraval, que expresaba que la Iglesia se acercaba al poder temporal porque poseía la capacidad de juzgar y, sobre todo, de castigar las acciones del hombre. La Iglesia Católica –antes, durante y después de la reforma protestante– siempre fue parte del poder temporal y de las relaciones políticas internacionales, vinculándose con las nuevas configuraciones estatales que emergían en torno a su centro político. Las Iglesias en el Antiguo Régimen, al estar cercanas al poder temporal, inexorablemente ingresaron a la dimensión política, como evidenció el consejero florentino en 1431 y, luego otro toscano, Nicolás Maquiavelo, lo profundizó en sus Discursos y El príncipe. Y esa dimensión –hasta el día de hoy– nunca ha sido abandonada por la religión y la Iglesia.
2017
Cultura legal y espacios de justicia en América, siglos XVI-XIX
978-956-244-383-8
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