La publicación de Un lugar soleado para gente sombría parece cerrar con broche de oro la trayectoria hasta aquí marcada por la narrativa breve de Mariana Enriquez, añadiendo un significativo matiz melancólico a su poética del terror. En concreto, podríamos decir que en esta última colección de relatos los fantasmas ya no asustan: encarcelados en burbujas atemporales, no lugares sin tiempo, son embajadores sin mensaje de pasados irrescatables, botellas vacías que nadan erráticas en la altamar de lo contemporáneo, que han perdido toda fuerza contradiscursiva y son ahora apenas los lastimosos portadores de una nostalgia sin precisar. De acuerdo con el uso hauntológico que Mariana hace de la música - el rock de los Setenta y Ochenta, el indie de los Noventa, esas escenas independientes que ya han perdido toda trascendencia y que el macrotexto enriqueziano celebra enterrandola en el ataúd abierto de un perenne irresuelto lingering -, los cadáveres balbuceantes de “Mis muertos tristes”, “Julie”, “Un lugar soleado para gente sombría”, “Los himnos de las hienas” son criaturas entrañables con las que es imposible no empatizar a pesar de la absoluta imposibilidad de establecer con ellos una forma de contacto viable desde el punto de vista político. El sentimiento que domina, en prácticas, todos los cuentos del libro parece ser el de una compasión rendida hacía esa niebla de ecos que remiten a opciones descartadas y del todo increíbles de nuestro presente y promesas incumplidas de futuros gloriosos.
The Ghost of You Lingers. Mariana Enriquez y el rave de los cadáveres balbuceantes
Francesco Fasano
2025
Abstract
La publicación de Un lugar soleado para gente sombría parece cerrar con broche de oro la trayectoria hasta aquí marcada por la narrativa breve de Mariana Enriquez, añadiendo un significativo matiz melancólico a su poética del terror. En concreto, podríamos decir que en esta última colección de relatos los fantasmas ya no asustan: encarcelados en burbujas atemporales, no lugares sin tiempo, son embajadores sin mensaje de pasados irrescatables, botellas vacías que nadan erráticas en la altamar de lo contemporáneo, que han perdido toda fuerza contradiscursiva y son ahora apenas los lastimosos portadores de una nostalgia sin precisar. De acuerdo con el uso hauntológico que Mariana hace de la música - el rock de los Setenta y Ochenta, el indie de los Noventa, esas escenas independientes que ya han perdido toda trascendencia y que el macrotexto enriqueziano celebra enterrandola en el ataúd abierto de un perenne irresuelto lingering -, los cadáveres balbuceantes de “Mis muertos tristes”, “Julie”, “Un lugar soleado para gente sombría”, “Los himnos de las hienas” son criaturas entrañables con las que es imposible no empatizar a pesar de la absoluta imposibilidad de establecer con ellos una forma de contacto viable desde el punto de vista político. El sentimiento que domina, en prácticas, todos los cuentos del libro parece ser el de una compasión rendida hacía esa niebla de ecos que remiten a opciones descartadas y del todo increíbles de nuestro presente y promesas incumplidas de futuros gloriosos.| File | Dimensione | Formato | |
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